Los Periodistas

Opinión | Contiendas inequitativas

A mi hermano Oreste Benedicto
y a mi amiga Dulce Muñoz
en sus cumpleaños.

Por Dr. Fidencio Aguilar Víquez

Estamos viviendo ya —desde hace tiempo— contiendas electorales inequitativas. La jornada electoral del próximo 2 de junio de 2024, concurrente por varias elecciones (Presidenta de la República, integrantes del Congreso de la Unión, elecciones locales), llegará con competidores de diverso tamaño y densidad; unos además con asteroides electorales, nos harán recordar lo que ya una vez el expresidente Zedillo reconoció en su propia elección: Se impuso la inequidad. El asunto es que, aunque se ha dicho, nada pasa.

La sociedad mexicana —también se ha dicho— es surrealista, o kafkiana. Ve pasar las cosas y no sólo no dice, sino no hace nada. Aunque ambos asertos, el de la sociedad mexicana y el de los mencionados calificativos, son equívocos. Porque más que la sociedad es la política en nuestro país la que puede verse por momentos surrealista o kafkiana. No son, en estricto sentido, los ciudadanos o la sociedad mexicana los surrealistas o kafkianos, sino los políticos y su actuar, sus discursos, sus gestos, sus rituales, sobre todo los más encumbrados.

Como en todo, hay excepciones. Pero las excepciones —dicen los letrados— confirman las reglas. Ahora bien, el término “surrealista” es mucho para la generalidad de los políticos que tienen todo menos ese espíritu de libertad, imaginación e impulso psíquico de ir más allá de la realidad. Por el contrario, veo a los políticos del espectro nacional —pero también local— más encasquetados con el statu quo, sin imaginación y sin ganas de trabajar en favor de quienes dicen representar. Están más ávidos de una candidatura o de un privilegio de poder.

El término “kafkiano” quizá sea mejor, pero no para calificar el talante de Franz Kafka, que fue quien denunció ese monstruo, sino para denunciar la burocracia impersonal y anónima, creada precisamente por el poder y los poderosos para controlar, someter y deshumanizar a la sociedad. Cuando se dice que algo es kafkiano, por lo tanto, nos estamos refiriendo a esa máquina del poder que la mayoría de los políticos adoran porque quieren controlarla. No se percatan de que, en realidad, son ellos los que son controlados por ella. O si lo saben, les vale y se someten a ella con toda soberbia. Mientras más poderosos son, más lo hacen.

El régimen que gobierna actualmente a México es kafkiano. Es una máquina que quiere controlar todo. Tiene el Poder Ejecutivo, maneja los hilos del Legislativo y acosa al Judicial con el propósito de dominarlo en la siguiente legislatura. Tiene el presupuesto para el año que entra —año electoral— de de 9.6 billones de pesos, con una deuda autorizada de 1.9 billones. Sus programas sociales favoritos: Pensión para adultos mayores (465 mil millones); Becas (87 mil 675 millones); Tren maya (120 mil millones). Acapulco 2024: nada etiquetado.

Si de por sí las contiendas electorales de 2024 ya eran inequitativas por la indebida intromisión del mandatario federal para promover a su partido y a su favorita, ahora que formalmente arranquen precampañas y luego campañas, ¿qué no hará el principal promotor del oficialismo en todos los espacios de su injerencia para que triunfe su partido y sus candidatos? Como en los viejos tiempos del régimen hegemónico, quiere el “carro completo”, cueste lo que cueste (para eso tiene el presupuesto y la máquina burocrática).

La desgracia de Acapulco y los municipios afectados ha generado un viraje en el discurso oficialista. Dada la dificultad que tiene el Presidente de la República de recibir al pueblo de Acapulco, o a algunos de sus integrantes —así como de las madres buscadoras de sus hijos e hijas desaparecidas, etcétera—, su defensa ahora es de la “Transformación”. Ese discurso ha permeado en todos los aspirantes del oficialismo a los cargos de elección popular. La “Transformación” es la nueva tierra prometida que se ofrecerá a los electores.

Los aspirantes oficialistas a las gubernaturas que estarán en juego el próximo año, además de la Jefatura de la Ciudad de México, se esfuerzan por mostrar en sus perfiles la continuidad de dicha “Transformación”. Dicen ser, o quieren ser, los más cercanos a López Obrador, ya que, según ellos, eso es garantía de triunfo. El coordinador de los diputados morenistas y presidente de la JUCOPO de la Cámara de diputados, Ignacio Mier Velazco, se ha presentado desde hace meses en cientos de espectaculares como “El legislador más cercano a AMLO”.

No importa la equidad en la contienda. Si ya el mandatario federal rompió los tiempos legales, ¿por qué no romperlos también a través de supuestas entrevistas en revistas o en supuestas editoriales que publicitan libros? ¿De qué sirve que la Constitución Política y la ley electoral establezcan autoridades, tiempos y reglas para los contendientes políticos si éstos simplemente le dan la vuelta nominativamente al marco legal para volverse coordinadores de la “transformación”? Las mismas autoridades electorales no dicen ni pío.

El asunto, a final de cuentas, es que —a diferencia de otros momentos— tendremos una democracia caricaturesca, con leyes electorales violadas, pero justificadas por los violadores: “Como a todos les gusta y nadie dice nada, que siga la fiesta”. A lo anterior, además, hay que añadir una pregunta fundamental: ¿Cuánto han gastado todos estos destapados? Recursos que difícilmente las autoridades electorales podrán fiscalizar. ¿Habrá dinero ilegal en todas estas promociones? Porque una promoción de tales magnitudes no es gratis.

Por todo lo anterior, la democracia en México está en riesgo de ser sólo un mecanismo de “legitimación” de quien ahora está en el poder, para su grupo, su proyecto, sus pretensiones. Habla en nombre del pueblo con los ojos en blanco y desde el micrófono oficial pontifica que él es el único autorizado para hablar por el pueblo. Eso es la democracia: el mandato del pueblo, pero el pueblo es él mismo. Cuando el pueblo, o algunos de sus miembros protestan o quieren hablar con él, éste ni nos ve ni los oye. Esa es la “transformación” que defenderá el oficialismo en el 2024.

Mientras tanto la sociedad civil está acosada por la violencia, la inseguridad y la pobreza, ¿qué pasaría si, consciente de su vitalidad, fuerza y dinamismo, despierta y toma al toro por los cuernos? Así como se levanta para ayudar en la reconstrucción de Acapulco y los lugares afectados por el huracán Otis, también puede ser capaz de reconstruir el camino de la democracia. La sociedad mexicana es plural, no kafkiana. Kafkianos los políticos, sobre todo los que se apuestan por el oficialismo.

Post-facio

El terrorismo de Hamás es deleznable y condenable por su inhumanidad. Pero los ataques militares israelíes que han provocado la muerte de más de 10 mil palestinos civiles e igualmente deleznable por la misma razón. La legítima defensa no puede ser desproporcionada. Tampoco podemos apartar la mirada de Ucrania ni de otros lugares del globo donde hay violaciones a los derechos humanos. Nicaragua y otros lugares de la región son ejemplos de ello. Si queremos seguir siendo humanos, debemos defender lo humano.

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