Por Jesús Manuel Hernández

Hace algunas décadas don Camerino, un habitante de la Colonia 10 de Mayo en Puebla le hizo una reflexión a Jorge Murad, candidato a Presidente Municipal al momento de pedir el voto a los vecinos, entre otros asuntos le reclamaba que siempre los candidatos ofrecían lo mismo.
Le contaba que por esa colonia habían pasado muchos aspirantes a varios cargos, todos decían lo mismo, todos prometían lo mismo y la colonia seguía sumida en la desgracia, junto a una barranca que se inundaba en tiempo de lluvias, los lodazales en las calles, la inseguridad, las enfermedades derivadas del estancamiento de agua, y un sinnúmero de asuntos que tenían a la gente cansada de las campañas políticas.
El líder de los colonos cerró su intervención con una frase: “las palabras son hembras, los hechos son machos”.
Algo similar podría decirse de la actuación de Hugo López-Gatell, un científico altamente calificado desde cuando era estudiante y que llegó a ser trend topic en redes sociales donde generó una multitud de seguidores, sobre todo mujeres.

Don Hugo aparece todas las tardes a las 7 de la noche ante los mexicanos, y también los martes en la presidencial mañanera.
Habla muy bonito, a veces hasta motiva, otras hasta convence, algunas más hasta alienta esperanzas; pero tanto hablar lo ha llevado a un desgaste ante los mexicanos.
Hace meses algún reportero le cuestionó sobre los pronósticos de la Universidad Johns Hopkins respecto a que en noviembre México estaría superando las cien mil muertes.
Todos recordamos cuándo López-Gatell pronosticaba como una catástrofe si el número de muertos llegara a 60 mil en septiembre, descartando el pronóstico. Alegaba que la curva estaba siendo “aplanada”, un asunto que el presidente López Obrador recibió con gran optimismo y que se ajustaba perfectamente a su estrategia de no usar el cubrebocas y justificar las medidas adoptadas por México para el combate a la pandemia, como la importación de médicos cubanos, por ejemplo.

A medida que ha pasado el tiempo el modelo se va agotando y la gente se va agitando, no aparece la vacuna, y si aparece, será difícil distribuirla, y eso sin contar las consecuencias de su aplicación aún no bien calculada por los laboratorios.

El Gobierno de México, como los gobiernos del mundo están enfrentando panoramas desconocidos, los ciudadanos están a merced de las ocurrencias, del bla, bla, bla, de los funcionarios y políticos.

Unos tratan de justificar lo injustificable, otros tratan de denostar todo esfuerzo.

Gran mérito tiene la soceidad civil, la que ha optado por usar el cubrebocas, por abstenerse de salir, por extremar los cuidados; poco mérito tienen quienes se han dedicado a lucrar con el escenario, por un lado los defensores que buscan catapulta para el 2021, por el otro los críticos que hacen lo mismo.

Un modelo agotado, envuelto por declaracionitis, sin mucho sustento, un tanto como veleta, para donde el viento sople, y mientras, la economía, la salud, la estabilidad social, a la deriva.

Quizá tienen razón aquellos que como Don Camerino decían que “las palabras son hembras y los hechos son machos”, asunto aquél al que el candidato Jorge Murad en aquella época, 1982, respondió “volveré a rescatar mis palabras con hechos, como los hombres”, y así sucedió.

Hoy día, el país enfrenta 47 semanas de pandemia con más de un millón de contagiados y más de cien mil familias afectadas por la muerte de un familiar al menos. Cifras escandalosas, preocupantes para cualquiera, menos para López-Gatell, quien quizá está agotado y repetitivo en sus declaraciones y ha perdido la capacidad de asombro, los números son cifras y si se comparan se descubrirá que hay más muertos por otras razones, dice el subsecretario en su defensa.

Y mientras tanto los rumores crecen, los cambios en el gabinete, la llegada del general Cienfuegos, las campañas por el uso del cubrebocas y alguna buena ocurrencia, quizá no baste con el cubrebocas, quizá hace falta que los funcionarios y políticos, usen bozal y cierren la boca, para que no entren las moscas. Hablar menos y hacer más.

O por lo menos, así me lo parece.

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