Por Dr. Carlos Figueroa Ibarra

Alguna vez hablando sobre el muralismo mexicano, Luis Cardoza y Aragón escribió “Los tres grandes muralistas de México son dos: Orozco”. La valoración suprema de José Clemente Orozco, la plasmaría en su obra Orozco (Fondo de Cultura Económica, 2005). Observando el proceso de sucesión rectoral en la BUAP, he recordado el memorable aforismo de Cardoza y Aragón y se me ocurre parafrasearlo: “Las tres candidaturas a la rectoría son dos: Lilia Cedillo”. En efecto, si no ocurriera un acontecimiento extraordinario cuya posibilidad es remota, el lunes 20 de septiembre en la auscultación sectorial (las elecciones por sector y unidad académica), la Dra. Lilia Cedillo, será electa de manera aplastante como próxima Rectora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. No se necesita ser profeta para prever que en la calificación de la elección que tiene que hacer el Consejo Universitario hoy cuestionado en su legalidad, la Dra. Cedillo será confirmada también de manera aplastante como Rectora. El 4 de octubre tendremos en la BUAP por primera vez a una mujer en la rectoría.

Es ocasión pues de expresar de nueva cuenta lo que en opinión de un sector importante de universitarios debe cambiar en la principal casa de estudios de la entidad. Esta visión crítica, planteada en los distintos eventos del Foro Retos para la Nueva Agenda Universitaria, tiene que partir de una valoración de lo positivo que ha ocurrido en la BUAP en los últimos treinta años. La BUAP se ha convertido en una de las Instituciones de Educación Superior (IES) más importantes del país.

La producción científica de sus investigadores es de las más altas de México, si la medimos con respecto a la proporción de profesores de tiempo completo con los que cuenta. Además, tiene en su haber un significativo número de profesores investigadores reconocidos por el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y del Programa para el Desarrollo del Profesional Docente (PRODEP). También la BUAP es líder en Cuerpos Académicos Consolidados en el sistema universitario nacional. Finalmente, es de destacar la estabilidad financiera que ha permitido pagar oportunamente el pago de sueldos y prestaciones laborales.

Pero hay cosas que nuestra universidad debe cambiar. La aplastante mayoría con la que se pretende legitimar el próximo 20 de septiembre el triunfo de la Dra. Cedillo, no necesariamente es indicio de una hegemonía sustentada -Gramsci dixit- en un consenso pleno hacia la candidatura oficial. Detrás de las 54 mil nominaciones que recibió esa candidatura, que contrasta con los hilarantes números que recibieron los otros nominados, se encuentra una dominación vertical que se sustenta en el miedo y la mediación prebendal. Acontece en la BUAP lo que el politólogo estadounidense James C. Scott llamó en memorable libro Discurso oculto e infrapolítica (Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos. ERA, 2000). El cálculo de los votantes el próximo 20 de septiembre, más ahora que el sufragio será electrónico, se sustenta en la percepción cierta o falsa de que el grupo dominante controlará esa votación y que le será posible determinar el sentido de sus votos. También se encuentran cálculos determinados por las posibilidades de definitividades en las contrataciones, promociones laborales, preservación de las cargas laborales aunque sean precarias, estímulos y financiamientos. Esto vale tanto para los trabajadores académicos como para los administrativos.

Es momento entonces de pensar en una refundación de la BUAP que le dé continuidad a su historia y logros. Y al mismo tiempo cambie lo que se tiene que cambiar. Un cambio a realizarse en mi opinión es la composición actual del Consejo Universitario, en el cual el Rector/a cuenta en lo esencial con el voto cautivo de lo/as 43 directore/as de las unidades académicas. Son 43 votos de funcionario/as que no fueron electos como consejero/as universitario/as. No debe volverse al pasado de rectores que ponían en riesgo la autonomía universitaria, porque consideraban su puesto el trampolín para hacer carrera política en el partido dominante de turno. La Autonomía Universitaria es también el ámbito en el cual se deben garantizar los derechos universitarios y las obligaciones de transparencia y rendición de cuentas. La Autonomía Universitaria no excluye el rendimiento de cuentas dentro y fuera de la institución, con respecto al uso de los recursos que la sociedad a través del Estado le dispensa para cumplir sus funciones sustantivas. También con respecto al manejo del patrimonio universitario, el cual no se circunscribe al financiamiento público sino que debe incluir además los ingresos propios y el manejo de los bienes universitarios.

Hay otros elementos que deben ser cambiados y que mencionaré sumariamente: el paradigma gerencialproductivista en la docencia e investigación; la impunidad con respecto a la violencia de género; las diferencias salariales entre la alta burocracia y los trabajadores académicos; la extrema mercantilización de ciertas actividades universitarias; el desfase entre las credenciales y distinciones obtenidas por académico/as y el tipo de contrataciones y monto de sus retribuciones; la precariedad laboral y salarial; la subalternidad de las preparatorias; los criterios de evaluación para los estímulos. He aquí algunos de los temas que deben ser considerados para una agenda de cambio en la BUAP. En poco tiempo veremos si las próximas autoridades universitarias asumen esta agenda o si continuaremos viviendo más de lo mismo.

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