La canción original, con letra en francés “Grand Dieu sauve le Roi”, fue la celebración tras el éxito de una operación de fístula anal de Luis XIV y terminó como himno nacional de varios países

ULISES FUENTE/ LA RAZÓN

Cuántas veces hemos escuchado con toda solemnidad el conocidísimo himno de Inglaterra. Es tan simbólico el “God save the Queen” (o “God save the king” si el regente es un hombre) que hasta los Sex Pistols lo utilizaron como objeto de sus subversiones punk en 1977. El himno de Inglaterra fue adoptado como tal en 1714, durante el ascenso al trono de Jorge I y posteriormente pasó a ser la sintonía oficial del Imperio y por tanto a sonar en los momentos de mayor respetabilidad de una veintena de estados a lo ancho del mundo. Lo que muchos no saben cuando se llevan la mano al corazón es que la canción tiene su origen en la celebración, sí, pero no de la patria y la monarquía, sino del éxito de una operación de hemorroides a la que se sometió el monarca francés Luis XIV. Esta es la historia.

Hoy en día, las fístulas anales y otros problemas intestinales están ampliamente extendidos y son problemas más o menos rutinarios. Pero en el siglo XVII, en un momento embrionario de la medicina y la cirugía, dietas poco equilibradas y carencias sanitarias en todos los sentidos, las llamadas hemorroides podían llegar a suponer problemas de salud muy graves. Ya fuera por complicaciones de la propia enfermedad o por malas intervenciones quirúrgicas, una simple fístula podía ocasionar la muerte y, cuando no, suponer una condena a muchos años de dolor y molestias. No era cosa de broma: esa fue, de hecho, la causa de la muerte del rey Enrique V de Inglaterra y de Juan de Austria, hermano de Felipe II.

Así que Luis XIV tenía razones para estar preocupado, más allá de los terribles dolores diarios que padecía debido a una fístula que podía acabar poniendo en peligro su propia vida. Era 1686 y el todopoderoso Rey Sol se iba a someter a una intervención quirúrgica en su trasero. Después de una década, ya no podía aguantarlo más. Todos los tratamientos habían fracasado. No podía permanecer de pie, no digamos ya caminar o montar a caballo. El cirujano Claude François Félix de Tassy convenció al rey de que operarse era la única solución. Todo estaba preparado, incluso el bisturí real con el que se llevaría a cabo la incisión en el mismo palacio de Versalles.

El resultado de la intervención fue un completo éxito. En enero de 1687, dos meses después de la operación, el monarca estaba curado… y muy agradecido. Al verse libre de dolores y molestias, Luis XIV recompensó al galeno con una fortuna de 300.000 libras (que equivaldrían a 30 millones de euros de hoy en día), una enorme finca en Normandía y hasta un título nobiliario. También desde ese momento cambió su percepción de la profesión de cirujano y el monarca respaldó la consideración social de quienes eran considerados hasta ese momento como poco más que curanderos. Pero estaba tan feliz que encargó un himno que celebrase el avance científico y su completo restablecimiento. El reconocido compositor Jean Baptiste Lully exaltó la sanación de Luis XIV con una melodía que llevaba por título “Grand Dieu sauve le Roi” (“Gran Dios salve al Rey”).

La tonadilla se hizo muy popular en París y fue el himno de la monarquía hasta el guillotinamiento de Luis XVI. Fue, también, escuchada por el gran compositor G. F. Handel, que la encontró irresistiblemente pegadiza. Tiempo después, en 1714, Handel era músico de cámara del príncipe Jorge y cuando éste accedió al trono, Handel no dudó en tomar la música que había escuchado en Francia, realizarle algún arreglo, y presentársela al monarca prácticamente plagiada. El resultado es conocido: “God save the King”fue adoptado como himno por la Casa Real británica. Por cierto, que con la misma música y distinta letra también se interpreta el himno de Lichtenstein, “Oben am jüngen Rhein» («Arriba del joven Rin»). Todo por la gran alegría de curarse unas hemorroides.

Fuente: https://www.larazon.es/cultura/20201102/ruld32yc55cmjpd353eygbf6eu.html

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