Por Luis Martínez

Recientemente, y casi al unísono, diputadas y diputados opositores a la llamada Cuarta Transformación que votaron en contra de la Reforma Eléctrica, han pasado días denunciando que son víctimas de una campaña de odio por parte de las huestes de Morena y partidos aliados, al acusarles de traición a la patria.

Se les han sumado decenas de liderazgos y legisladores locales en casi todos los estados del país llamando a que se les deje de descalificar y se detenga el odio del que suponen son víctimas.

En contraste, otros centenares de plumas y voces señalan que el reclamo es injustificado, toda vez que la misma oposición ha descalificado permanentemente al régimen “cuatroteísta” con descalificativos racistasclasistas e incluso denigrantes.

Los unos a los otros se culpan de los grandes escenarios de polarización que vive nuestro país, escenarios que si bien no son exclusivos en el contexto de América Latina, son por ahora unos de los más notorios.

La campaña de odio utilitario más recordada en la historia de la comunicación política en nuestro país fue “Un Peligro para México” en 2006; y a partir de ella empezaron a surgir como una bola de nieve toda clase de acusaciones y descalificaciones entre quienes defendieron el proyecto de nación planteado por Andrés Manuel López Obrador y quienes a toda costa querían que este accediera al poder.

Debemos comprender que si bien este odio obedece a los intereses de actores políticos antagónicos es también provocado por las condiciones en las que se desenvuelve la comunicación humana en la actualidad.

El estudio de las hipermediaciones nos sugiere observar el impacto que tiene todo este entramado de redes sociales, algoritmos, mensajes, audiencias, contenidos, formatos, etc. en las formas de comunicación entre las personas. Miles de voces que pueden hacer llegar sus mensajes a muchas personas desde el anonimato o detrás de un perfil de redes sociales y que hacen de los discursos de odio y descalificación una cotidianidad.

Periódicos y canales de noticias que hacen de la polémica una herramienta de notoriedad, al provocar o “amarrar navajas” entre grupos antagónicos para atraer a sus seguidores a una arena digital que les garantice aumentar sus números en las plataformas.

De un lado se sugiere con ánimos de victoria, que la ciudadanía se ha politizado más y gracias a la 4T ha aumentado la participación de la sociedad en los asuntos políticos; sin embargo, este es un espejismo provocado por la realidad actual, en donde la hiperconectividad sólo genera escenarios donde se opina mucho, se insulta más y se hace menos.

Del otro lado piensan que colocarse como víctimas del odio a partir de una coyuntura -la Reforma Eléctrica- podrán eludir su responsabilidad también como promotores de la polarización, el clasismo y el hartazgo político. Han perdido tanto tiempo odiando al Presidente, que se han olvidado de plantearse su propio proyecto de país.

Hasta la próxima.

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