El presidente se empeña a fondo en defender a su familia y profundiza ataques a los periodistas, mientras la violencia en el país crece. Le quedan un poco más de dos años y medio y la frustración se asoma.

Por Jesús Manuel Hernández

Mientras los casos de violencia en el territorio mexicano se multiplican, Zacatecas y Caborca son tan solo una pequeña muestra de la realidad vigente, el presidente de México continúa su escalada contra los medios de comunicación.

Desde el extranjero los analistas coinciden en la tragedia de la prensa mexicana y eso al presidente parece no preocuparle.

Decenas de reporteros han hecho protestas durante sus giras por el norte del país, incluso en Palacio Nacional, pero la respuesta ha sido como un bumerang, hay más revelaciones, hay más ataques a los críticos.

Y quizá no le falte razón a López Obrador en insistir sobre los orígenes de los ataques a su familia, el tema de los negocios, las relaciones peligrosas de sus antiguos enemigos, Roberto Madrazo entre ellos, como lo documenta en su edición del 20 de febrero la revista Proceso bajo el título: “Salud, seguridad, medicinas, finanzas… los negocios detrás de Latinus”.

Y sí, quizá el presidente tenga razón en defender a su familia, a su primogénito y su forma de vida, y ahondar en el origen de los recursos económicos que patrocinan la escalada de ataques en su contra.

Pero en esta actitud, en las características y modo de su respuesta quizá esté acercándose al filo de la navaja. El presidente camina en un perfil  muy filoso, muy peligroso, que puede hacerlo resbalar y salir afectado para el desempeño de los dos años y meses que le quedan de gobierno.

Una cosa queda clara, López Obrador va tras la investigación de los ingresos de los comunicadores críticos, porque bien sabe que el llamado “dinero negro” ha engrosado los bolsillos de los comunicadores. Y como dice el refrán “Hay tres cosas que no se pueden ocultar: el humo, el amor y el dinero”.

Y dado el caso, si los comunicadores no pueden demostrar el origen de la riqueza, se acercarían a un escenario muy delicado, también caminan en el filo de la  navaja, el dinero negro puede ser resultado de una de las formas de “lavado” y con ello sus casos quedarían en el orden penal.

¿El presidente será capaz de llegar a esos extremos y servir de ejemplo a gobernadores cuestionados? Quizá la frustración de no poder defender a su hijo le lleve a estos escenarios, peligrosos para él y para México.

Si López Obrador le dedicara el mismo interés a Caborca, Zacatecas, etcétera, y dejara de cuestionar a los periodistas, quizá el escenario sería diferente.

Pero López Obrador está enfrascado en un objetivo, y se le acaba el tiempo, la cuenta regresiva no puede detenerse. Está empeñado en terminar con el establishment que le retrasó su llegada al poder y en medio del resentimiento y la frustración, no está, quizá, midiendo las reacciones con la cabeza fría.

O por lo menos, así me lo parece.

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