La estrategia de AMLO, mezcla de seducción y provocación, mantiene ocultas sus intenciones mientras se manipulan corazones de sus seguidores y las mentes de la oposición.

Por Jesús Manuel Hernández

El Presidente López Obrador no deja de sorprender a sus rivales, en su afán por mantener el control del mando hasta el último minuto de su sexenio e incluso prolongarlo a través del fomento de nuevas instituciones, de nuevas realidades, en ese sentido bien podría rectificar algunas de las premisas del ejercicio de la política, una especie de adaptación al pensamiento mexicano del “arte de medrar”, llevar al pueblo mexicano a una escalera de ascenso con alfombra roja para crecer, para sentirse por encima de los demás o al menos al mismo nivel de la clase opresora derivada del neoliberalismo.

Sin duda López Obrador, estudioso de la ciencia política y de la historia del país, sostiene su plan impecablemente definido desde el inicio de su gobierno, y ha hecho posible que sus verdaderas intenciones permanezcan el mayor tiempo ocultas,  creando espectáculos mediáticos o materiales para entretener al pueblo y dentro de ese pueblo está la oposición, los partidos rivales a su proyecto.

El Presidente además de ocultar sus verdaderas intenciones manipula con acierto la mente del contrario y el corazón de sus seguidores, el poder de la seducción mezclado con el de la provocación, podrían ser las principales cualidades de su estrategia y el resultado está a la vista.

Luego de la llamada revocación de mandato, para muchos un fracaso por la escasa votación, Morena y el Presidente se alzan con el triunfo frente a sus seguidores y retan a la oposición a combatirlos en las urnas con el mínimo de votos necesarios para llegar a Palacio Nacional, unos 18 millones.

Luego de la piedra en el camino de la Reforma Eléctrica, rasca en el pasado y pone en valor la nacionalización del litio.

Después de los enfrentamientos con el INE y sus principales consejeros, el presidente envía una iniciativa de ley para generar una reforma electoral que en el pasado hubiera sido firmada por sus opositores, la reducción de los diputados y senadores plurinominales por ejemplo, figuró en las plataformas de candidatos independientes y de otros partidos en el pasado.

Atizar un golpe al avispero es un acto de provocación mayúsculo cuando el público no está preparado para hacer frente al ataque de las avispas y no cuenta con la protección debida. Esa pareciera ser la actitud de la oposición frente a los dos proyectos inmediatos: la desaparición del INE y la respectiva creación del Instituto Nacional de Elecciones y Consultas con las consecuencias de concentración de las decisiones y la eliminación de los organismos estatales, aunado al veto a los grupos de poder para proponer consejeros del organismos electoral, será el pueblo, será la democracia. ¿La oposición alguna vez soñó con esto?

Y por si fuera poco la puesta en escena de la llamada Nueva Escuela Mexicana, la modificación de fondo de los libros de texto, del marco educativo nacional con propuestas acordes a la visión de la llamada 4T.

Todo esto en medio de un galimatías de persecución mediática a periodistas, fusilamientos pacíficos a legisladores que no le apoyan, amenaza de denuncias ante la Fiscalía General por “traición a la patria”, cuya repercusión podría ser la desaparición de la oposición en San Lázaro o acaso la decisión expresa de “disolver el Congreso” como lo apuntan algunos analistas expertos en la materia.

Todo esto se reduce en una pregunta constante en la mente de quienes no acaban de acomodarse a la realidad expuesta desde el púlpito de la mañanera presidencial: ¿Y qué hace la oposición?

Pues al parecer la oposición ha ido acumulando rezagos, de tal magnitud que su participación ha quedado cada vez más identificada con la simple propuesta, con el enunciado, López Obrador va dos pasos adelante y la oposición no acaba de darse cuenta.

Mientras el Presidente está fincando los puntos estratégicos de la sucesión y la reforma estructural del sistema político, eliminando la fuerza de los grupos de poder tradicionales en el pasado, los partidos de enfrente no acaban de definir sus verdaderos objetivos.

Visto así, el dicho aquel de “platica poblano mientras yo te gano” pareciera ser premisa nacional.

O por lo menos, así me lo parece.

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