La saturación del viejo aeropuerto y las limitaciones del nuevo exhiben las deficiencias de la apuesta aeroportuaria de López Obrador

Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México EL UNIVERSAL

PABLO SÁNCHEZ OLMOS / EL MUNDO

“¡No mames!”, exclamaron unánimemente los testigos que captaron el instante: un avión abortando su aterrizaje, a escasos metros de tocar tierra, para evitar colisionar con otro que estaba a punto de despegar. El incidente se registró el pasado 7 de mayo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y solo la pericia de los pilotos -que habían recibido luz verde desde la torre de control- evitó una tragedia mayúscula que volvió a sembrar dudas sobre el rediseño aeroportuario implementado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la capital mexicana.

La saturación del espacio aéreo del valle de México, donde viven 22 millones de personas y se registran más de 1.100 vuelos diarios, es una preocupación latente desde hace décadas, pero en el último año se han triplicado las incidencias. Varios expresidentes han tratado de corregir esta problemática sin éxito. Enrique Peña Nieto impulsó el aeropuerto de Texcoco, con capacidad para recibir a 120 millones de pasajeros al año y cuya construcción estaba avanzada en un 40%. Nada más llegar al poder, el presidente AMLO canceló el proyecto apoyándose en una consulta popular, en la ‘austeridad republicana’ y ofreciendo a cambio remodelar la base aérea militar de Santa Lucía, rebautizada ahora como Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).

Según desveló la Auditoría Superior de la Federación, la cancelación de Texcoco tuvo un costo de 5.692 millones de dólares, una cifra que algunos expertos elevan hasta los 22.000 millones. A esto habría que añadir el presupuesto destinado a la construcción del AIFA, estimado en 4.250 millones, así como las posibles demandas de empresas afectadas, entre las que se encuentran las españolas FCC y Acciona. Presionado por la urgencia de descongestionar el espacio aéreo capitalino y entregar a tiempo su primera gran obra de infraestructura, López Obrador inauguró el pasado 21 de marzo el nuevo aeropuerto, diseñado, construido y administrado por el Ejército.

El AIFA está ubicado a más de 43 km de distancia del centro de una de las ciudades con más tráfico del mundo, así que los traslados pueden llegar a durar varias horas. AMLO quiso hacer una demostración de lo cómodo y rápido que era el trayecto: tardó 40 minutos en coche desde el Palacio Nacional; lo que le resta mérito a la hazaña del presidente es que lo hizo un día festivo a las 5 de la mañana. El tren proyectado para llegar al aeropuerto no está terminado, algunos de los accesos por carretera siguen cerrados y, aunque está diseñado para recibir a más de 20 millones de pasajeros al año, el número de vuelos diarios sigue siendo bajo, alrededor de una veintena. El pasado mes de abril solo lo utilizaron 35.000 personas.

La tranquilidad del AIFA contrasta con la caótica realidad del AICM, donde los usuarios llevan tiempo denunciando en redes sociales los constantes retrasos, cancelaciones, largas filas e incidentes registrados en sus dos terminales. La entidad reguladora del tráfico aéreo de EEUU retiró a México el año pasado la ‘Categoría 1’ de seguridad, tras detectar en su evaluación varias deficiencias, una degradación que impide a las aerolíneas mexicanas abrir nuevas rutas hacia su vecino del norte, su principal destino en el exterior. El pasado 4 de marzo, el gobierno federal se vio obligado a decretar la saturación del AICM y redujo sus operaciones de 61 a 49 por hora. Inicialmente, el aeropuerto se proyectó para recibir a 34 millones de pasajeros al año, sin embargo, antes de la pandemia estaba atendiendo a más de 50 millones.

AMLO ha aprovechado estas ‘turbulencias’ para empujar a las aerolíneas a trasladar más vuelos al nuevo aeropuerto, pero algunas se resisten. “Hay oposiciones, resistencias, boicot”, exclamó el presidente mexicano, “y viene de arriba, tiene que ver con la molestia que todavía no digieren, superan, de que no pudieron atracar con el de Texcoco”. La mayoría de las aerolíneas han accedido a mover parte de su operación al AIFA, pero otras, como Aeroméxico, han decidido recurrir judicialmente la “saturación aérea” decretada por el Gobierno al considerar que “carece de elementos técnicos fundamentales”.

Recientemente, el secretario general del Sindicato Nacional de Controladores de Transporte Aéreo, Alfredo Covarrubias, alertó en rueda de prensa que el rediseño del espacio aéreo ha provocado que los incidentes aumenten un 300% en los últimos cuatro meses: “los procedimientos de emergencia están diseñados para una eventualidad y no para la normalidad como sucede ahora”. Covarrubias asegura que han detectado un total de 100 en el último año, aunque solo se trasladaron al Gobierno 30 consideradas de mayor relevancia. Incluso el director de los Servicios de Navegación del Espacio Aéreo, Víctor Manuel Hernández, se vio obligado a renunciar el 8 de mayo, un día después que las dos aeronaves estuvieran cerca de colisionar en plena pista del AICM.

Los sindicatos también estiman que es necesario contratar a 300 controladores a nivel nacional para atender las nuevas demandas del espacio aéreo. Según explica a El Mundo, Luis Alfonso Medina, presidente del Colegio de Controladores de Tránsito Aéreo, “hay cerca de 100 controladores listos para ser contratados pero el gobierno federal, a través de Hacienda, sigue sin ofrecer las plazas. No es una cuestión de esta Administración, la empresa tiene 45 años y hay gente trabajando desde sus inicios, el relevo nunca se llevó a cabo”.

A pesar de que reconoce que la reestructuración “afecta a nivel nacional”, Medina quiere enviar un mensaje de tranquilidad, “las incidencias ocurren en todos los aeropuertos del mundo, siempre se registran para que no vuelvan a suceder”. Insiste en que la operación aeroportuaria “es segura” y que la saturación, en realidad, no está relacionada con el tráfico aéreo sino con: “la capacidad en tierra del aeropuerto. Esto no es algo reciente, está rebasada desde hace muchos, lo que se está buscando ahora es distribuir el tráfico con el AIFA”. El Gobierno ha acordado con las aerolíneas ampliar la operación del nuevo aeropuerto a 100 vuelos diarios a partir del próximo 15 de agosto, en un nuevo intento por demostrar que el plan funciona.

Fuente: https://www.elmundo.es/economia/2022/06/23/62b31c6fe4d4d8702a8b45b2.html

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