Por Jesús Manuel Hernández*

La llamada se originaba en Valladolid, España, tierra de uvas, ahí se casaron en secreto los Reyes Católicos en 1469, residencia de Cristóbal Colón hasta su muerte en 1506 y por unos años capital del imperio en tiempos de Felipe III.

Del otro lado de la línea, así se decía antes, emocionada, la amiga periodista comentaba sobre los resultados de la Semana Internacional del Cine donde se había entregado la “Espiga de Oro”.

Ella acababa de comer en “La Criolla” de Paco Martínez, un menú degustación de las tapas triunfadoras en el certámen de 2019, elaborado especialmente para el grupo. Las botellas de bodegas Sinforiano habían circulado en abundancia y se había hecho un brindis por el éxito del certamen de este año, en unos días, cuando Valladolid acoja el 17º Concurso Nacional de Pinchos y Tapas y el 5º Campeonato Mundial de Tapas, donde Zalacaín había sido convocado por varios años.

La emoción trascendía el Atlántico, los grandes chefs del mundo miembros de la red mundial de Asociaciones de Cocineros  WACS -World Association of Chefs Societies- habían participado en la eliminatoria para quedarse únicamente 15 cocineros de 93 países y enfrentarse a partir del 8 de noviembre en la Cúpula del Milenio a un lado del Pisuerga.

A Zalacaín le pasaron por la mente muchos recuerdos de esos tiempos cuando el bicho chino no había asomado y las reuniones y tertulias no tenían más protocolo que el amor a la comida y la bebida.

“Vente a Valladolid” le decía su amiga periodista a Zalacaín, aquí te esperamos. El aventurero defendía su inasistencia en temas de salud y económicos y ella cariñosamente le decía: “me importa un pimiento tú vente y aquí resolvemos todo, es pan comido”.

Más tarde Zalacaín reflexionaba en esas frases coloquiales cuyo origen, ligado a la comida, quizá se han perdido en los siglos.

Los pimientos no eran conocidos en la época de Colón, fueron el resultado de los chiles mesoamericanos sembrados en Filipinas y tierras ibéricas, ahí se transformaron en dulzones y adquirieron colores y formas similares y se adaptaron a las recetas de la época.

En el siglo XVII fueron comunes los “bodegones”, escenas de alimentos y animales inanimados, naturalezas muertas les decían, para decorar las habitaciones dedicadas a la cocina.

Pintar el plumaje de una perdiz o el pelo de una liebre, los detalles de una granada, un limón, el pan, y demás alimentos, tenía un grado de dificultad interesante incluso para los maestros del arte.

Muchos de estos cuadros no tenían en su conjunto los “pimientos”, pues no significaban un trabajo excepcional, lo mismo daba meter un pimiento o no en el bodegón. De ahí la expresión, dicen, de “me importa un pimiento”, “me da igual” se diría ahora.

Zalacaín abrió una botella de Sinfo rosado Denominación de Origen Cigales, la misma bodega había recibido dos años antes la máxima condecoración en Francia por su rosado Quelías, todo un poema en la boca recordaba Zalacaín.

En fin lo demás es “pan comido”, pero esa, esa es otra historia.

elrincondezalacain@gmail.com

* Autor de “Orígenes de la Cocina Poblana” Editorial Planeta.

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