Por Jesús Manuel Hernández

Ha sorprendido el discurso presidencial sobre el llamado por él “golpismo” identificado con el proceder del empresario Claudio X. González y quienes le siguen a manera de denuncia sobre la confrontación del sector privado con las acciones políticas de López Obrador y la 4T.

Los sorprendidos no entienden por qué el presidente ha llegado a este escenario de confrontación mayúscula donde intenta comprometer a las agencias de los Estados Unidos que patrocinan a grupos de varios países en busca de combatir la corrupción y fomentar la democracia y las libertades.

Gran perdedor en una semana de las tragedias ha sido Marcelo Ebrard, primero por el tema de la caída de los vagones de la Línea 12 del Metro y luego al verse obligado a entregar una “nota diplomática” que pudiera entorpecer primero las relaciones bilaterales y segundo comprometer el futuro del canciller mexicano presidenciable en el 2024 y quien aún requiere del apoyo de “los morenos”.

Los sorprendidos son parte de las nuevas generaciones empresariales, han olvidado la historia de las confrontaciones entre los empresarios, principalmente del llamado Grupo Monterrey, y avaladas y fomentadas por el mal llamado “Grupo Puebla” en la década de los 70 cuando Luis Echeverría gobernaba e imponía un estilo que no le gustaba a los empresarios.

En 1973 fue asesinado Eugenio Garza Sada, el empresario más notable del Grupo Monterey, dos versiones fueron divulgadas. Una, que miembros de la Liga 23 de Septiembre lo intentaron secuestrar para obtener rescate económico y por desgracia la operación no fue controlada y terminó asesinado.

La otra, el Grupo Monterrey seguido por otros empresarios principalmente del norte del país había entrado en un desgaste con el gobierno federal de Echeverría que había intentado en diversas ocasiones controlar a los hombres del dinero mal acostumbrados a los beneficios obtenidos en los gobiernos posteriores a la Segunda Guerra Mundial; uno de ellos la iniciativa de la “Ley de Asentamientos Humanos, considerada socializante.

Además, los empresarios del norte querían incursionar en los medios de comunicación como una acción de contrapeso al control de periódicos, radio y televisión, ejercido por el Estado Mexicano.

Eugenio Garza Sada encabezaba las negociaciones para comprar la Cadena García Valseca, surgida en Puebla con El Sol de Puebla, en una clara acción de incursionar en el control de medios de comunicación con óptica empresarial.

El asesintao de Garza Sada derivó en una fuerte tensión con Echeverría, aparecieron desplegados con frases como estas:

“¿Hacia dónde nos llevan nuestros políticos demagogos, que cada vez vociferan y alardean de los sistemas comunistas? ¿Por qué aguantarnos asaltos, robos, asesinatos, terrorismo? ¿Cómo esperamos que haya tranquilidad en el país si tan pronto se agarran a dos o tres terroristas o asaltabancos los dejan libres y con puestos en el gobierno?…”

Las tensiones aumentaron el deseo de los empresarios por agruparse. Surge así en febrero de 1976 la famosa reunión de Chipinque, llamada por Echeverría como “los encapuchados de Chipinque”. Ahí presidentes de organismos como Coparmex y el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, apoyados por empresarios del país, dos o tres poblanos aparecieron ahí, hoy ya fallecidos.

Los acuerdos de Chipinque trascendieron y derivaron en la formación de otros grupos conocidos como “Los Atalayos” donde Jorge Chapa y el Andrés Marcelo Sada Zambrano se mostraban como dirigentes. Dos años antes, el 7 de mayo de 1975 había sido creado, por estos personajes, el Consejo Coordinador Empresarial, donde tuvieron asiento la Concanaco, Coparmex, Concamín, Asociación de Banqueros de México, Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros y el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, precisamente el dirigente en varias ocasiones de éste último ha sido Claudio X. González Laporte, considerado uno de los pilares del empresariado mexicano, su hijo González Guajardo es el fundador de “Sí por Mexico” y “Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad” las entidades antagónicas a López Obrador y las responsables de alentar muchas de las acciones concertadas política y electoralmente en este proceso.

Y es a ellos a los que se refiere el Presidente.

Algo muy parecido a lo sucedido en 1973 con Echeverría y el Grupo Monterrey, en escenarios no muy diferentes, donde participan los medios de comunicación y los intereses que representan con la salvedad de que en el pasado no se involucraba al Gobierno de Estados Unidos, un tema que a muchos les alarma y que para otros no deja de ser parte del ingenioso y hasta perverso juego presidencial de las “cajas chinas”.

En aquellas épocas surgieron liderazgos como el de Manuel Clouthier “El Maquío” punta de lanza del empresariado mexicano para abordar al PAN y tener plataforma de competición electoral.

Quizá haya que volver a leer a Antón Costas, autor de varios textos que intentan describir las tendencias políticas en la post modernidad y para quien el surgimiento de los gobiernos de Trump y Bolsonaro, pueden marcar una tendencia, es decir el surgimiento de una “nueva internacional nacionalista populista”.

Y como bien reflexiona Costas, el populismo surge en consecuencia de las élites y mientras sus dirigentes no acepten la responsabilidad que han tenido en el ascenso de líderes autoritarios y populistas, poco espacio hay para la derrota.

Es decir, la llegada de López Obrador a la presidencia no es gratuita, es la consecuencia de estilos de gobierno que han privilegiado a unos cuantos a costa del dolor de muchos.

O por lo menos, así me lo parece.

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