Por Dra. Elsa Chavira Martín*

El 12 de octubre de este año 2020 se cumplen 125 años de la Coronación Pontificia de Santa María de Guadalupe que se llevó a cabo el 12 de octubre de 1895.

El Papa Francisco concedió un Año Jubilar e Indulgencia Plenaria por los 125 años de coronación de la Virgen de Guadalupe. La Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe inició un Año Jubilar desde el 8 de septiembre de 2019 concedido por el Papa Francisco y aún más, el pasado 20 de septiembre de 2020, el Arzobispo Primado Carlos Aguiar dio a conocer que el Año Jubilar Guadalupano Plancartino se extendió hasta el 12 de octubre de 2021, debido a los problemas generados por la pandemia de COVID-19.

Conviene, entonces conocer qué es un jubileo y qué son las indulgencias para, primero, entender, y segundo aprovechar las indulgencias y unirnos en la alegría de la celebración de este aniversario.

El jubileo es la celebración, normalmente por la celebración del aniversario de algo significativo para la Iglesia Católica. Así, por ejemplo, todos recordaremos que hubo una un Jubileo o celebración especial en el año 2000 por cumplirse dos milenios de la redención.

La indulgencia es el perdón de una parte de la falta que no ha podido saldar la culpa con la confesión debido a que algunas faltas causan un daño tal, sobre todo, al prójimo que se considera que el alma tendrá que saldar ese daño en el purgatorio. Por ejemplo, cuando se habla injustamente mal de alguien, se incurre en una falta o pecado que al confesarlo queda perdonado pero el daño a la persona difamada no se podrá reparar, y este daño se pagará hasta después del juicio o se perdona con las indulgencias.

El pecado es un delito ante Dios porque transgrede, viola, su ley. Todo delito implica culpa, una pena eterna y una pena temporal en justicia y delante de Dios.

Para entenderlo mejor: si yo robé y me arrepiento, voy al confesionario donde un sacerdote, en el nombre de Dios y por mandato de Cristo, perdona mi pecado gratis. Ya estoy perdonado de la culpa y de la pena eterna. Ya no iré al infierno. Pero en justicia me falta satisfacer la pena temporal, es decir, regresar lo robado y reparar el daño. Eso no lo perdona el confesor y por eso impone, simbólicamente, una penitencia que me inicia en un camino de reparación y de fortalecimiento para no caer de nuevo en el pecado.

La Iglesia nos propone modos y tiempos de penitencia. La Cuaresma es el tiempo propio de la penitencia. Los modos clásicos son la oración, la limosna (obras de misericordia) y el ayuno (la mortificación y la disciplina personal).Hay actos tan importantes que uno sólo de ellos equivale a una vida de penitencia reparadora, y entonces la Iglesia nos dice que uno de esos actos equivale a toda una vida de penitencia; es decir, es la indulgencia plenaria de la pena temporal, ante Dios, no ante la justicia humana.Esos actos importantes, a juicio de la Iglesia, son, por ejemplo, la adoración ante el Santísimo expuesto, la asistencia a una Iglesia determinada en un tiempo significativo (como es el caso ahora de la Basílica de Guadalupe), la participación en algún sacramento especial y muchos actos más que los sacerdotes deberíamos dar a conocer para dar oportunidad a nuestros fieles de enriquecerse con este tesoro que administra la Iglesia.

Hace apenas cuatro décadas los fieles cristianos tenían una verdadera obsesión por ganar indulgencias. Cada una de las oraciones más populares iban acompañadas de una pequeña leyenda: “trescientos días de indulgencia”, o “indulgencia plenaria”, y los devotos coleccionaban indulgencia, las más que podían. Había indulgencias por decir “Señor mío y Dios mío” en la elevación del pan y del vino durante la consagración; indulgencias por pertenecer a alguna cofradía, por asistir a Misa a algún templo indulgenciado y, con frecuencia los obispos concedían indulgencias por participar en alguna ceremonia especial.

Y, de pronto, ¡los fieles ya no saben lo que son las indulgencias y ni siquiera les interesan!¿Qué pasó? Lo que pasó también con algunas otras doctrinas de la Iglesia difíciles de explicar o incómodas para los fieles. Los sacerdotes, no la Iglesia, decidieron modernizarse y no hablar de aquellos temas cuestionados por los críticos anticlericales. Y así dejaron de hablar de temas tan molestos como el infierno, la condenación eterna, la necesidad de la confesión frecuente, la castidad, la abstención sexual antes del matrimonio, el divorcio, la obligación de la misa dominical, la paternidad responsable y tantos otros temas que “alejaban la clientela”. No los negaron, tan sólo no los enseñaron. Eso pasó con las indulgencias.

Pero la Iglesia los sigue enseñando, como lo demuestra el que este Papa sigue empeñado en predicar ese evangelio molesto, pero fiel a Jesucristo.En este año jubilar se concede indulgencia plenaria por la celebración de los 125 años de la Coronación Pontificia de Nuestra Señora, en otros artículos hablaremos más de este tema.
*Dra. Elsa Chavira Martín
Centro de estudios Guadalupanos
UPAEP

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.