Por Jesús Manuel Hernández

A muchos habrá sorprendido que el Presidente del Episcopado de Estados Unidos, el arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, mexicano de nacimiento, haya enviado un mensaje muy directo a Joe Biden al sabérsele ganador de las elecciones y reiterar, en el mensaje, que es el segundo practicante de la fe católica en llegar a la Casa Blanca.

El propio Gómez señalo que el primero fue John F. Kennedy, el presidente asesinado.

Mes y medio antes de las elecciones las comunidades católicas y la Compañía de Jesús se dedicaron a alentar el voto por Biden. En Estados Unidos hay 72 millones de católicos bautizados, de ellos 52 en edad de votar y acudieron a las urnas seguramente para impedir la reelección de Trump.

Hay que recordar que Donald Trump ganó en 2016 con un 80 por ciento de los votos de los evangelistas que optaron por respaldar a quien les garantizaba los alcances políticos internos y externos de la variedad de objetivos que los pastores apoyan y promueven.

Donald Trump mantuvo excelentes relaciones con varios pastores que rezaban con él en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Tenía una pastora personal, evangelista, Paula White de Florida y mantuvo contacto siempre y escuchó consejos de Johnnie Moore, Pat Robertson, Franklin Graham y Ralph Kim Dollinger, todos ellos herederos de la fuerza trabajada por varias décadas por el famoso  Douglas Evans Coe, el director asociado de The Followship, considerado por la revista Time uno de los 25 evangélicos más influyentes en la Casa Blanca, un ministro laico de la Iglesia Presbiteriana, promotor de las fundaciones The Family y otras que se mantuvieron como consejeras de varios presidentes de Estados Unidos e influyentes en las decisiones de política exterior.

Investigaciones del Columbia Journalism Investigations (CJI), el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) y 15 medios internacionales han documentado la influencia y acuerdos con políticos latinoamericanos como Daniel Ortega en Nicaragua, Jimmy Morales en Guatemala,  Juan Orlando Hernández en Honduras, Bolsonaro en Brasil, e incluso se especula sobre el acercamiento provocado por los evangelistas entre López Obrador y Donald Trump.

Trump rebasó a todos en dar posiciones a los evangelistas, no sólo en el gabinete, el vicepresidente Mike Pence es el político más importante dentro de los evangelistas practicantes. En el gabinete hay 10 evangelistas de primer nivel, el Secretario de Estado, Mike Pompeo; la Secretaria de Educación, Betsy DeVos; el Secretario de Energía, Rick Perry; el Fiscal General, Jeff Sessions, entre otros.

La fuerza de los evangelistas en el gobierno de Trump provocó que en 2018 se hiciera una cena para 100 líderes evangélicos en un encuentro cuyo protocolo fue del nivel de una “cena de Estado”.

Samuel Rodríguez es otro de los personajes más cercanos a Trump, preside la Conferencia Nacional de Líderes Cristianos Hispanos (NHCLC, por sus siglas en inglés), la mayor organización hispano-evangélica del país.

En la campaña los evangelistas apostaron todo por la reelección de Trump, mientras que por el otro lado a Biden lo protegieron los obispos católicos, las asociaciones de religiosos y religiosas, principalmente los jesuítas; los discursos, aparte de las diferencias ideológicas, se marcaron por las inclinaciones religiosas. Joe Biden no ocultó su fe católica y practicante, acudía a misa a veces diario o por lo menos cada semana a una pequeña iglesia, St. Joseph’s, en Wilmington.

Y tampoco ocultó nunca el rosario pendiente de su muñeca izquierda y que reza cotidianamente, un asunto que tiene, bajo la óptica de la fe católica, el objetivo de alejar al demonio.

Dos asuntos a destacar finalmente, el primer discurso de Biden al saberse ganador usó un calificativo que deja mucho qué pensar: “Es el momento de sanar… Dejemos que esta sombría era de demonización en Estados Unidos comience a terminar, aquí y ahora… Prometo ser un presidente que no busca dividir, sino unificar. Uno que no ve estados rojo y azul, sino a Estados Unidos. Y que trabajará con todo mi corazón para ganarme la confianza de todo el pueblo”.

Y la otra, la actitud de Andrés Manuel López Obrador de no reconocer aún el triunfo de Biden, quizá, por el enorme peso que los evangélicos ejercen sobre él.

O por lo menos, así me lo parece.

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