En el haber de la UAP-BUAP hay tres gobernadores que dejaron sus funciones por meterse con la comunidad universitaria; después rectores y políticos amalgamaron complicidades. Ahora Miguel Barbosa enfrenta un escenario poco conocidos por las nuevas generaciones.

Por Jesús Manuel Hernández

Polvos de viejos lodos quizá debía ser el título de esta colaboración fincada en la reanimación del confrontamiento entre el Gobierno de Puebla y el Rector de la BUAP, un asunto que muchos considerarían superado en tiempos pasados.
Tres gobernadores cayeron por haberse confrontado con la universidad pública. Ciertamente eran otras circunstancias, desconocidas, no experimentadas por la mayoría de los políticos y periodistas de hoy día.
Antonio Nava Castillo, Rafael Moreno Valle, el general, y Gonzalo Bautista O’Farril, están en la lista por haber enfrentado a la universidad pública.
El gobierno federal actuó en consecuencia de una estrategia para recuperar espacios en la universidad pública, Luis Echeverría fue el autor luego del movimiento del 68. Los temas del dinero y la autonomía como escudo de actos proselitistas a favor de la izquierda, fueron claves.
Los acercamientos se fueron dando entre presiones y acuerdos. En el caso de Puebla, la labor del gobernador Guillermo Jiménez Morales fue clave, apoyado desde Los Pinos.
El poder de los rectores unidos en el pasado al Partido Comunista, empezó a ser mermado y las declaraciones pasaron de tensas a tersas, hasta que los candidatos a gobernadores fueron recibidos en el Carolino.
Luego vendría el sistema de complicidades entre gobernadores y rectores animados por el poder político o el dinero. La fuerza del rector ocupó espacios electorales, y después los negocios fueron la amalgama de perseguidos y persecutores.

Fotografías de actos sociales sobran en los archivos donde se mostraba la íntima convivencia de los rectores con el primer círculo de los políticos priístas.

Nadie puede tampoco tapar el sol con un dedo respecto a las alianzas entre los rectores y el morenovallismo.
Hasta que surgió el escenario donde la BUAP tuvo que decidir entre estar a favor o en contra de López Obrador, entonces otros gallos empezaron a cantar.
Las relaciones se tensaron y las consecuencias se están pagando, con el levantamiento de viejos polvos, que fueron lodazales.
El más reciente enfrentamiento, público y notorio, entre Luis Miguel Barbosa y el rector Alfonso Esparza Ortiz, parece que no es de mentiritas, más bien, se asemeja a un escenario donde ambos arriesgan todo, y la comunidad universitaria está en medio.
Hace varias décadas que la confrontación no ha llegado a tanto, y quizá ya es tiempo en que el tema toque fondo, en el mejor de los casos, de esta guerra, puede que salga algo bueno, algo que termine con el absolutismo, con la complicidad, con la prepotencia y ponga a cada quien en su lugar.
Polvos de viejos lodos, que han esperado décadas y ahora son puestos en valor bajo un óptica para muchos desconocida, y cuya experiencia deja mucho que desear.
Por un lado un Consejo Universitario autónomo, que rechaza la injerencia del gobernador, por el otro un poder Ejecutivo ansioso, necesitado, de convalidarse ante la 4T y demostrar que tiene el control absoluto de todos los actores de la política estatal y pueda ser reconocido por eficacia en el combate a la corrupción, un tema que une a muchos.
¿Quién ganará? Muchos apuestan a la BUAP, otros a la nueva forma de hacer política.
El escenario se antoja bajo la óptica nacional, si en Puebla vence Barbosa, será un experimento con alcances nacionales, o viceversa, algo que el Presidente, conocedor de la historia de los movimientos universitarios, seguramente estará sopesando, pues abrir un nuevo frente a estas alturas quizá ayude al retorno de los brujos.
O por lo menos así me lo parece.

losperiodistas.com.mx@gmail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.