Elegida por nuestros lectores como «la mejor película del siglo XX», Ben-Hur fue la producción más ambiciosa de su tiempo. Se tardó un año en construir sus monumentales escenarios y nos dejó la carrera de cuadrigas más famosa del cine. Pero en la producción hubo otros desafíos y hasta tensiones eróticas que también son historia del cine. Estos son los grandes momentos de un rodaje épico.
Fernando Goitia / XL Semanal
Todo empezó el 12 de noviembre 1880, el día en que el general Lewis Wallace publicó una de las historias más populares de todos los tiempos. Ben-Hur: una historia de Cristo, fue la novela más vendida en Estados Unidos durante más de medio siglo –superó a La cabaña del Tío Tom, de Harriet Beecher Stowe, publicada en 1852–, hasta el lanzamiento de Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, en 1936.
El éxito del libro de Wallace, abogado de renombre, héroe de la Guerra de Secesión y gobernador de Nuevo México, fue amplificado por una grandilocuente versión teatral de Broadway en 1899, una primera película muda en 1907, una segunda en 1925 y, ya la apoteosis, con la versión de 1959, dirigida por William Wyler (ganador de tres Oscar y un cuarto honorario) y protagonizada por Charlton Heston, una de las mayores estrellas de cine de todos los tiempos.
La película costó 15 millones de dólares (unos 157 millones de hoy), el mayor presupuesto de la historia hasta entonces, y recaudó 147; un retorno de casi diez veces que salvó de la quiebra a la Metro-Goldwyn-Mayer, el estudio que decidió jugársela con esta historia sobre la relación entre un tribuno romano y un príncipe judío que transcurre exactamente entre el día del nacimiento de Cristo y su crucifixión. Un éxito comercial refrendado por la Academia de Hollywood con once Oscar, un récord igualado por Titanic (1997) y el Señor de los Anillos: el retorno del Rey (2003), pero todavía no superado. Razones todas estas por las que, 65 años después de su estreno, nuestros lectores la acaban de elegir como la mejor película del siglo XX. Buena ocasión para recordar aquí la historia de aquel rodaje mítico.
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La madre de todas las escenas
Casi 65 años después, todavía se considera la escena más compleja en toda la historia de Hollywood. Por eso, también, la carrera de cuadrigas que resuelve la rivalidad entre Judah Ben-Hur y Messala Severus –cinco semanas de rodaje para nueve minutos de pura acción– sigue siendo una de las secuencias más célebres del celuloide. El inventado circo romano de Jerusalén donde tiene lugar la contienda, con sus abigarradas ornamentaciones, sus rectas paralelas de 460 metros de longitud, las 36 toneladas de arena de distintas playas del Mediterráneo que alfombran la pista y las cinco plantas de gradas que acogieron a más de 15.000 extras, tardó un año en construirse en los estudios romanos de Cinecitá. Las medidas de seguridad durante ese tiempo fueron extremas para proteger los secretos de la producción.
Lo que ves es lo que hay
Detrás del gran realismo de la carrera de cuadrigas hay una medida planificación y, sobre todo, cuatro meses de preparación intensa tanto de los caballos como de los aurigas. Charlton Heston, actor conocido por su compromiso en los rodajes, no faltó un sólo día a los entrenamientos, dirigidos por Yakima Canutt, doble de mitos como Clark Gable y, sobre todo, John Wayne (Canutt es quien salta sobre los caballos del carruaje perseguido por los apaches en La diligencia de John Ford). A él deben Heston, ya un experimentado jinete, y Stephen Boyd (en el papel de Messala) esa destreza a las bridas propia de auténticos aurigas romanos que exhiben en Ben-Hur. Ambos, de hecho, filmaron casi toda la secuencia sin dobles, salvo el instante en que Heston casi sale despedido de su carlinga tras atropellar a uno de sus rivales. Además de actores y especialistas, en el rodaje de la carrera intervinieron 80 caballos andaluces y lipizzanos, traídos de Yugoslavia y Sicilia; se utilizaron 18 cuadrigas, con un peso de 420 kilogramos cada una; y las cámaras Panavision de 65 mm (se emplearon seis, rodando muchas veces al unísono), que permitieron planos como el de la foto, iban montadas sobre veloces coches deportivos.
Un salario récord y superar a DeMille
William Wyler no mostró inicialmente un especial interés por cargar sobre sus hombros con aquel mastodóntico proyecto. Curiosamente, el cineasta había sido ayudante de dirección en la versión de 1925, pero el nuevo guion le pareció de una calidad «muy primitiva y elemental». Autor de obras maestras como Cumbres Borrascosas o Vacaciones en Roma, para convencerlo, el estudio le mostró los diseños preliminares de la carrera de cuadrigas y le garantizó un presupuesto y un salario (350.000 dólares y el ocho por ciento de la taquilla) inéditos hasta entonces en Hollywood. Al director de Cómo robar un millón o Jezabel, además, le atrajo la idea de rodar de nuevo en la ciudad del Tíber y, muy en especial, la posibilidad de sobrepasar al megalómano Cecil B. DeMille creando «una epopeya bíblica» que superara las dimensiones de Los diez mandamientos.
El papel que sólo quería Kirk Douglas
Aunque hoy se nos antoje casi imposible pensar en otro actor para el papel, Charlton Heston no fue la primera opción para protagonizar Ben-Hur. La lista de estrella que lo rechazaron es extensa: Burt Lancaster («el guion es aburrido y menoscababa al cristianismo»), Paul Newman («no tengo piernas para usar una túnica»), Marlon Brando, Rock Hudson, Geoffrey Horne e, incluso, Leslie Nielsen, además de varios actores italianos. Kirk Douglas fue de los pocos que se postuló para la tarea y, gracias a que fue rechazado, pudo meterse poco después en la piel del gladiador Espartaco. La elección de Heston fue finalmente anunciada el 22 de enero de 1958 con un salario de 250.000 dólares. En la imagen, el actor en una prueba de vestuario, una de las categorías –‘diseño de vestuario en color’, por aquel entonces– en las que la cinta obtuvo uno de sus 11 Oscar. Para confeccionar los trajes, la diseñadora británica Elizabeth Haffenden supervisó a más de cien costureras, artesanos, trabajadores del cuero y diseñadores, y se realizaron incontables pruebas de cámara para asegurarse de reproducir fielmente los colores de los tejidos.
Una batalla de otra época
La gran batalla naval entre los romanos y los piratas macedonios, punto de inflexión en la trayectoria del protagonista, fue el otro gran reto fílmico de la producción. En lugar de rodar en mar abierto, como se hizo en la versión de 1925 con tremendos problemas logísticos, se creo una laguna artificial en la que se introdujeron dos trirremes (barcos con una vela y tres bancos de remeros superpuestos en cada flanco) a tamaño natural en cuyas bodegas remaban a golpes de latigo y tambor el propio Heston y otros 300 galeotes. Ambas naves protagonizan las salvajes embestidas de los barcos en la pantalla. Para los planos generales de la contienda, por su parte, se creo una auténtica flota a tamaño reducido colocada dentro de un gran tanque donde los barcos eran movidos mediante un mecanismo de raíles submarinos. La secuencia, además, incluye algunas de las frases más memorables de la película: «Te mantenemos con vida para que sirvas a este barco. Rema bien y vivirás» y, sobre todo: «Tus ojos están llenos de odio, número 41. Eso es bueno. El odio mantiene vivo a un hombre».
Interpretar un amor homosexual sin saberlo
Ben-Hur y Messala, amigos de infancia, se reeencuentran en su madurez. «Después de tantos años, todavía cerca», «te dije que volvería», «no creí que lo hicieras, estoy tan feliz», son las frases que se cruzan antes de brindar con los brazos entrelazados y mirándose a los ojos. Esta es la escena clave de la película, la que presenta la relación entre protagonista y antagonista al tiempo que dispara el conflicto. ¿Cómo se construyó? El escritor y guionista Gore Vidal recibió el encargo de adecentar el guion de Ben-Hur, descrito por él mismo como «un pedazo de basura». Le faltaban dos años de contrato con MGM y lo hizo a cambio de la carta de libertad. Desesperado tras haber escrito diez versiones, le hizo entonces una inesperada propuesta a William Wyler. «Willie, intentemos una cosa con estos dos chicos: convirtamos esto en una pelea entre amantes». «¡Gore, por favor, que esto es Ben-Hur!», replicó el director. «Lo sé, pero si no incluyes una motivación más emocional a la relación entre ambos, ni siquiera tendrás Ben-Hur. Será muy sutil, no habrá una sola línea explícita, pero la venganza de Messala solo puede estar motivada por el sentimiento de rechazo que sentiría un amante». Su plan era sugerir a Stephen Boyd que interpretara el papel desde ese ángulo, pero sin que Heston lo supiera. «No se lo digas a Chuck porque se vendrá abajo», añadió Wyler, según Vidal. Así que, durante el rodaje, todo el mundo lo sabía menos él. Wyler, sin embargo, rechazó esta versión de los hechos: «No recuerdo haber tenido semejante conversación», se limitó a decir. Heston, por su parte, se puso hecho una furia: «Es un insulto para William Wyler y me irrita enormemente. Además, Vidal apenas trabajó tres días en la película y sus propuestas fueron descartadas». Años después, sin embargo, en su autobiografía, Heston escribió: «Hoy hemos ensayado la crucial escena con Messala, reescrita por Vidal. Esta versión es mucho mejor que la que había en el guion».
Mujeres que resisten, pero en segundo plano
Es Ben-Hur una historia de hombres, como evidencia la representación plana de las mujeres que aparecen en la cinta. Sin embargo, quizás para compensar la pulsión homoerótica entre Messala y Ben-Hur –un elemento de lo más habitual, por otro lado, en el género del péplum, culto total al físico masculino–, el guion también amplió el papel de Esther con respecto a la novela de Wallace. La hija del mayordomo de Ben-Hur, liberada por su amo y finalmente su esposa, fue interpretada por la actriz israelí Haya Harareet (en la foto) con una medida mezcla de sensualidad, contención, pudor y cordura que proporcionaba cierta disposición amorosa al protagonista y lo guía suavemente hacia Cristo, aunque no forme parte del eje central de sus motivaciones a lo largo de la historia. Junto a Esther, las otras dos mujeres de la cinta son Miriam y Tirzah, madre y hermana de Ben-Hur interpretadas por Martha Scott y Cathy O’Donnell, con escaso peso interpretativo en la trama a pesar de que su cautiverio y destino atormentarán al héroe durante los años que, como esclavo cautivo de los romanos, se ausentará de su Judea natal.