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#PorSoleares | Nada debe extrañar a Marko Cortés y Ricardo Anaya sobre el pragmatismo de Yunes Linares

En verdad, en verdad, ni Marko Cortés Mendoza, ni Ricardo Anaya Cortés, debían estar asombrados, menos preocupados, por el comportamiento del llamado “clan Yunes” sobre su activación en el senado para descomponer el cuadro a los anti Reforma Judicial.

Los priistas del pasado, décadas de los 70 y 80, conocen muy bien a Miguel Ángel Yunes Linares, saben de su capacidad y dones de operador, pero también conocieron de su pragmatismo, de su convicción de que en algunos casos “el fin justifica los medios”.

Y vaya que hubo ejemplos de su condición.

De alguna manera Yunes Linares es uno de los eslabones, herencia al fin al cabo, del morenovallismo, ese periodo donde se unieron los intereses de poderosos personajes tradicionalmente abonados al PRI, como Elba Esther Gordillo, el propio Rafael Moreno Valle Rosas y por supuesto Yunes quienes compartieron operaciones, planes, ideales, en la LIX Legislatura entre 2003 y 2006.

En ese tiempo Yunes tomó la decisión de abandonar el PRI y empezar una alianza con el PAN gracias a la oferta de la maestra, del poblano y de Felipe Calderón Hinojosa.

El objetivo era sacar a los tricolores del poder y si para ello era necesario ponerse la camiseta albiazul, pues Miguel Ángel no dudó en hacerlo. En ese entonces los priistas le gritaron traidor.

Luego entonces de qué se asombran ahora Marko Cortés y Ricardo Anaya, si en el pasado jugó de la misma forma, pero a favor del PAN; ahora simplemente cambió de idea, encontró más oportunidades votando a favor de AMLO, es decir, sacó del closet el chaleco guinda y guardó el blanco y el azul.

Valdría la pena pensar en el “dejà vu”, en el karma, reflexionar que Yunes Linares no es la primera vez que traiciona y busca su beneficio por encima del conjunto.

Por desgracia para los opositores de Morena y aliados, la expulsión de Yunes le deja sin un escaño en el senado para sumar los 43 necesarios para cualquier impugnación, o sea, al expulsarlo, Marko Cortés se acaba de dar un balazo en el pie.

Dicho de otra forma, como escribiera el poeta Antonio Gala: “Nuestra sociedad ha llegado a un momento en que ya no adora al becerro de oro, sino al oro del becerro”.

O por lo menos, así me lo parece.

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