Pese a ser el ministro de Economía del 140% de inflación anual y el 40% de pobreza, Massa hizo una muy buena campaña, instalándose como hombre de Estado, previsible y empático, en claro contraste con Milei.
SEBASTIÁN FEST / EL MUNDO
Estaba herido y arrinconado, pero el peronismo se recuperó en gran forma para ganar este domingo las elecciones presidenciales en Argentina y definir, el 19 de noviembre contra el ultraliberal populista Javier Milei, quién se queda con la Casa Rosada.
Escrutado más del 91% de los sufragios, Sergio Massa, el ministro de Economía de una economía en crisis total, obtuvo el 36,3% de los votos, contra 30,1% de Milei y 23,8% de Patricia Bullrich, de la coalición social-liberal Juntos por el Cambio (JxC).
La elección de este domingo fue, con un 74 por ciento, la de menor participación en unas presidenciales desde 1983, el año que marcó el regreso de la democracia a la tercera economía de América Latina.
El voto es obligatorio en Argentina, y en las dos convocatorias previas, 2015 y 2019, la participación había alcanzado o superado el 80 por ciento. La baja participación suele afectar a Juntos por el Cambio, y esta vez no fue la excepción.
La definición en balotaje -segunda vuelta- es la tercera en los cuarenta años de democracia en Argentina. Incorporada al sistema en la reforma constitucional de 1994, el primer balotaje llegó en 2003, pero el ganador de la primera vuelta, el ex presidente Carlos Menem, desistió de disputar el desempate con Néstor Kirchner.
El segundo balotaje, el primero en concretarse, fue en 2015, cuando el liberal Mauricio Macri, cabeza de la coalición Cambiemos (hoy Juntos por el Cambio) derrotó al peronista Daniel Scioli.
Los resultados de este domingo contrastan fuertemente con los de las primarias de agosto, en las que, una vez que se descartaron los votos nulos y en blanco, Milei ganó con el 31,6 por ciento, seguido de Bullrich con el 29,64 y Massa con el 28,88.
Pese a ser el ministro de Economía del 140 por ciento de inflación anual y el 40 por ciento de pobreza, Massa hizo una muy buena campaña, instalándose como hombre de Estado, previsible y empático, en claro contraste con Milei.
Bullrich, en cambio, fue víctima de una campaña muy mal planteada, y también de sus propias inconsistencias. La ex ministra de Fernando de la Rúa y de Macri abandonó su lenguaje espontáneo y filoso para avenirse a repetir frases y eslóganes forzados. Fue recién en las últimas tres semanas que se decidió a atacar las propuestas y la persona de Milei, que le quitó parte de sus votantes, pero ya era tarde.
El resultado es agridulce para Milei, que esperaba ganar la elección y en el cierre de campaña este miércoles arengó a sus seguidores para ganar en primera vuelta y resolver el asunto.
No fue así, el asunto no está resuelto, y a partir de este lunes se inicia una campaña distinta: Massa intentará erigirse en representante de un arco republicano multipartidario para frenar a Milei y convocará a la unidad en contra del ultraliberal. Milei, que tuvo varios tropiezos en los días finales de la campaña, tendrá que ver qué estrategia encara. Si se limita a seguir con sus eslóganes y gritos, la posibilidad de que pierda con Massa es real.
Otro que se ve seriamente afectado por la derrota es el ex presidente Macri, que en la noche de las primarias de agosto gritó con euforia que “el cambio” había ganado con el 70% de los votos. Encandilado por Milei, que se atreve a decir las cosas que a él le hubiera gustado decir como presidente, dañó seriamente la candidatura de Bullrich y la unidad de la coalición que supo liderar.
La jornada electoral reflejó una vez más el distanciamiento absoluto entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El presidente, que lleva meses de bajísimo perfil, opacado por un Massa que ejerció de virtual jefe de Estado, se negó a hacer un balance de su mandato y, ante la insistencia de los medios por saber qué hará tras el 10 de diciembre, respondió dubitativo: “Un ciudadano… soy un ciudadano”.
No dudó en cambio Fernández de Kichner al votar en la provincia patagónica de Santa Cruz. La dos veces presidente se preocupó por dejar en claro que el gobierno que creó hace cuatro años no es su gobierno.
“Han sido públicas y notorias las diferencias que hemos tenido de funcionarios que no funcionan (…). En un país de carácter presidencialista, el que decide siempre es el presidente, para bien o para mal. La responsabilidad de una vicepresidenta es presidir el Senado, nada más”, dijo Fernández de Kirchner, que en mayo de 2019 sorprendió al nominar como candidato a presidente a Fernández, con el que llevaba diez años peleada.
La jugada política de la ex presidenta se demostró así efectiva para impedir en 2019 la reelección de Macri, pero absolutamente ineficaz para gobernar. Los dos Fernández no se hablan, y es difícil prever que alguna vez se reconcilien.Más en El MundoA 40 años del regreso de la democracia, Argentina vota con normalidad, pero con señales preocupantesFelipe González se casa con María del Mar García Vaquero
Más allá de la elección presidencial, había otra votación que se seguía con mucho interés, la de la gobernación de la provincia de Buenos Aires, que concentra el 38% del electorado nacional: allí ganó el actual gobernador, el peronista Axel Kicillof, que no se vio afectado por los graves escándalos de corrupción que tocaron el corazón de su administración.
Kicillof, que se resistió por meses a las presiones para ser candidato presidencial, se impuso a Néstor Grindetti, candidato de JxC, y a Carolina Píparo, de la lista de Milei. En las primarias de agosto, Grindetti había quedado a solo tres puntos de Kicillof.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2023/10/23/6535bab5e4d4d846488b45a9.html