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February 17, 2019
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Madrid, España.- El medio gastronómico está de luto, murió un
gran promotor de empresas y costumbres relacionadas con la
actividad del buen vivir, la comida y el vino, Miguel Carbajo,
presidente del Club Gastronómico de Madrid; la mayoría de los
medios informativos, especializados o no en el tema, habían dado
cuenta de su fallecimiento. A Zalacaín le conmovió la noticia,
con algunos colegas del vino había tenido la suerte de compartir
mesa con él, pese a no estar en su círculo de amistades. Pero
bastaba escucharle y saber quiénes eran sus amigos para
entender la grandeza de este hombre, fundador además de la
primera agencia especializada en gastronomía.
Zalacaín había salido a pasear por El Retiro, sin tomar rumbo fijo
se dejó llevar por el espacio y de pronto se topó con uno de los
símbolos del parque, la Plaza de la República de Honduras donde
está la fuente diseñada por Ventura Rodríguez por allá de 1776,
cuando Carlos III intentaba reordenar parte de Madrid. La
"Fuente de la Alcachofa" había constituido para muchos
caminantes el lugar de encuentro, si bien su tamaño no era
descomunal, el diseño estaba basado en la convivencia bajo el
mismo concepto de dioses marinos, Tritón el hombre con cola de
pez, una Nereida, efectos del agua en relieve de la piedra y una
cantidad de adornos vegetales, de entre ellos sobresalía de
manera especial la "Cynara Scolymus", mejor conocida como
"alcachofa", en bronce, coronando el conjunto y desde donde
manaba el agua para bañar el primer platón. Esa hortaliza fue
símbolo de fertilidad y buena vida en el Oriente y había sido
popularizado su nombre en tiempos más modernos cuando en
Madrid se instalaron las regaderas de agua en el cuarto de baño,
la parte por donde sale el agua sigue llamándose "alcachofa" por
influencia del proyecto de Ventura Rodríguez.
Algún caminante pasó frente al aventurero y le deseó "Felices
Pascuas" en clara alusión a la frase "Hasta San Antón, Pascuas
son"; aquí también, como en México, el 17 de Enero llevan a las
mascotas a bendecir a la iglesia. Toda la reflexión lo situó en la
vieja costumbre de consumir alcachofas después de la Noche
Vieja y entrado el Año Nuevo. Los huertos producen en esta
temporada las alcachofas consideradas como uno de los
alimentos básicos para desinfectar el organismo, sobre todo
después de los excesos de consumo de otras viandas y hartos
aguardientes. Sabia es la naturaleza, pensó Zalacaín, nos brinda
al inicio del año el alimento perfecto para descontaminar
nuestro organismo.
Los egipcios, los griegos y los romanos usaron la alcachofa no
sólo como alimento, también como elemento decorativo en
muchas construcciones. La mitología romana contaba de Júpiter,
dios de hombres y de dioses, una debilidad por una rubia ceniza
llamada Cynara, quien lo despreció; Júpiter la castigó
convirtiéndola en la "Cynara Solymus", la alcachofa.
Cartago, la segunda ciudad en importancia del Imperio Romano
producía hortalizas en sus huertos en el siglo IV A.C. los cardos,
los ajos y las alcachofas, eran los favoritos de los romanos. Los
árabes privilegiaron las cazoletas de alcachofas salvajes llamadas
"Kharshaf", y Catalina de Médicis tenía un especial gusto por
comerlas, las introdujo en la dieta florentina en la Edad Media.
Todos coincidieron y aceptaron su buena fama de ayudar a la
salud.
Durante algún tiempo, entre los siglos XVI y XVII fueron
consideradas frutos junto a las olivas y las trufas, hasta el XVIII
quedaron clasificadas como una hortaliza; los franceses las
introdujeron en Louisiana y los españoles en el resto de América;
pero la mejor aportación a su consumo fue a principios de XIX
cuando Nicolás Appert las envasó en conserva, costumbre
practicada en Francia desde 1780, con ello verdaderamente se
popularizó su consumo, sobretodo de los corazones de la
alcachofa.
Por la mente de Zalacaín pasaron algunas recetas de la infancia.
Desde las hojas hervidas en agua y sal y rociadas con aceite y
vinagre, pasando por las fritas con huevo batido; había unas muy
vistosas para la mesa dominical "alcachofas nevadas": desprendida
la pelusa se cortaban en cuatro partes, se freían en mantequilla,
rociadas con sal fina, luego a cocer "a dos fuegos mansos", luego
de tomar un buen color se acomodaban en un platón con la
cabeza hacia arriba, echándoles por encima la mantequilla donde
se habían cocido.
Una popular receta del siglo XIX había sido transmitida entre su
familia. Una vez cocidas, las alcachofas se rellenaban con una
pasta de almendras, especias y algo más; una cantidad de ajos
picados se doraban, las alcachofas se bañaban con el aceite y se
tapaban con un comal con poco fuego. Se decoraban con pan
rallado, pimienta gorda y sal de grano. Y también un remedio
casero: "Unas cuantas hojas de alcachofa se ponía a hervir en un
litro de agua, colado el líquido se dejaba enfriar y se tomaba
como agua de tiempo a lo largo del día por dos semanas para
limpiar el hígado" el método se repetía por tres meses y decían
era bueno para curar el alcoholismo.
Uno de los pilares de la gastronomía moderna europea, Georges
Auguste Escoffier, socio de César Ritz, director de los menús del
Saboy de Londres y de los Ritz, el de París entre ellos, escribió
su Complemento Indispensable de la Guía Culinaria en 1912 sobre
los ocho almuerzos propuestos para consumir en el mes de
enero: "puntas de espárragos, judías verdes, alcachofas y
guisantes frescos".
A estas alturas de la reflexión había abandonado ya El Retiro y
cruzaba por Alcalá rumbo al quiosco de periódicos en la esquina
de Serrano. Con el diario venía la lista de ofertas de algún
supermercado, y las alcachofas en la portada a 1.20 Euros el kilo.
Se le abrió el apetito, reservaría en el restaurante Pimiento
Verde, donde las preparaban como especialidad de la casa. En el
piso Zalacaín consultaría el enlace enviado por su compañera de
aventuras gastronómicas, el blog de Juan Echanove, lo abrió y
¬°oh sorpresa! un texto le confirmó el apetito del día: " Todos
somos como las alcachofas de Tudela. Estamos cubiertos de una
coraza de hojas incomestibles, pero que a poco que las vas
quitando una a una, la coraza se va desvaneciendo entre
nuestros dedos ofreciéndonos a la vista un corazón amarillo,
húmedo y brillante, que si uno lo cuece con agua hirviendo
cuatro minutos y lo deja reposar en el agua caliente fuera del
fuego unos quince minutos más -dependiendo del agua-, se
convierte en uno de los platos más exquisitos que imaginarse
pueda... Los corazones de alcachofa. Un chorrito de aceite y
unos granos de sal -marina a ser posible-. Y las lágrimas acudirán
a nuestros ojos como el placer al paladar".
Tal vez pediría en Pimiento Verde le hicieran algo diferente, la
alcachofa hervida, abierta en flor, con un huevo escalfado
encima, unas lascas de foie y alguna trufa laminada encima.
Para cerrar el día pondría en el reproductor la película de
Audrey Tautou, donde interpreta a Amélie, esa camarera de un
local en París empeñada en hacer la vida más agradable y la fijaría
en la escena donde dice "Usted tampoco podría ser una
hortaliza, por que incluso las alcachofas tienen corazón".
jesusmanuelh@mexico.com
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